La Identidad

En esta página quiero discutir algunas ideas acerca de lo que nos identifica como individuos únicos y reconocibles.

Para poder realizar esta tarea, creo que es necesario que seamos capaces de responder algunas preguntas simples:

  1. Cómo sabemos que una persona es quien dice ser?.
  2. Qué características de una persona permanecen inalteradas durante toda su vida?.
  3. Qué cambios no afectan la identidad?.

Para poder hacer más impersonal (y por lo tanto más objetiva la tarea) podemos empezar por analizar qué es lo que le da identidad a una ciudad. Elijamos como ejemplo a Buenos Aires (BA).

Hay alguna persona indispensable (en BA) para que BA no pierda su identidad?. No, de hecho podrían cambiar todas las personas (y en 150 años eso ocurre con certeza) y BA sigue siendo BA. Sin embargo, si hiciéramos el cambio de un día para otro, para poder identificarla es necesario que los nuevos taxistas y conductores de colectivos se sigan comportando como los de antes. Eso es parte de la identidad de BA.

La identifica el idioma?. Es muy difícil imaginar a BA con habla inglesa, o japonesa, pero sin duda que el castellano de 1700 no es el mismo que el del 2000 en BA.

Y los edificios?. El BA actual sería muy difícil de reconocer para los habitantes del 1800.

Y la ubicación geográfica?. Si un cataclismo llevara a BA al hemisferio norte, dejaría de ser BA?. Creo que no.

BA de 1810 y BA de 1999, son dos ciudades diferentes?. Creo que sí.

Guau!!. A que conclusión llegamos?.

Vamos a analizar objetos más simples.

Que es lo que hace que MI AUTOMÓVIL sea MI AUTOMÓVIL. Decidídamente la marca y el color son cosas que yo identifico en mi auto. Pero hay muchos autos con iguales características que yo diferencio del mío. Para ello utilizo desde autoadhesivos hasta rayaduras y, por supuesto, la chapa patente con un número único que posee mi auto. Pero analicemos en detalle estos comentarios:

Estás confundido en este momento?. O todavía no has recibido el mensaje que estoy intentando transmitir.

Con la práctica anterior, analicemos la identidad del ser humano.

Y hagamos algunos ejercicios adicionales:

Por otra parte quiero destacar los siguientes puntos:

Las huellas dactilares y la prueba de ADN son una prueba de identidad física. Pero esta prueba pierde parte de su significado con el advenimiento de los transplantes.

Todos nosotros renovamos continuamente nuestros átomos (los alimentos aportan energía y átomos de reemplazo contínuamente). Incluso las células cerebrales renuevan contínuamente sus átomos. El dióxido de carbono y el vapor de agua que exhalamos se lleva átomos de carbono y de hidrógeno, que son reemplazados por los que aportan los alimentos. En este caso ocurre como en una ciudad, se pueden renovar todos los individuos pero no por eso la ciudad deja de ser ella misma. Lo que se mantiene es la organización (o desorganización en el caso de BA).

Las enfermedades seniles y otras dolencias transforman a muchos individuos en personas que pierden su identidad en cuanto a temas de conversación. Y hasta los sentimientos pueden alterarse profundamente en estados depresivos, o bajo efectos traumáticos.

A las personas que cambian su conducta habitual, o pierden su memoria, sólo las identificamos a través de un reconocimiento visual o auditivo. Si nos pidieran que hiciéramos una identificación positiva, sólo a través de documentación escrita, se tornaría casi imposible identificar a personas conocidas con amnesias importantes.

Muchas personas cuando analizan comportamientos juveniles o en estado de shock, refieren algunas experiencias diciendo "No era YO la que estaba haciendo eso...".

Luego de algunos años de matrimonio algunos dicen: "Esta no es la persona de quién yo me enamoré". 

Qué significa la expresión "Estaba fuera de mí"?.

Esto me lleva a un enunciado provisorio.

La identidad de sistemas que cambian, puede no ser una propiedad intrínseca. Quizás se define y se acepta continuamente. Y lo hacemos sin darnos cuenta.

En este punto no estoy inventando cosas nuevas. La vieja expresión "Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río" comparte la filosofía básica de esta página.


Comentarios


Por Ricardo (tudela10@supercable.es) - 12 de julio de 2001

En este aspecto estoy absolutamente de acuerdo contigo.

Yo creo que la identidad de las cosas, civilizaciones, culturas y personas es algo totalmente artificial, introducido por el hombre, y que para nada es algo intrínseco en los sistemas.

Creo que tiene que ver mucho con el lenguaje. En el lenguaje hay palabras (como identidad) que se refieren a conceptos creados por el hombre, cosa que no es mala necesariamente, sino que puede llevar a confusión. Habrá personas que al leer tu escrito sobre la identidad se habrán rayado (como decimos aquí en Sevilla), es decir, se habrán confundido porque es tan común en el español la palabra identidad que la usamos sin saber realmente que es una propiedad impuesta artificialmente por el hombre.


Por José Luis Alfranca (ALFRANCAJR@terra.es) - 09 de febrero de 2003

En tu reflexión sobre la identidad, realizas muchas observaciones acertadas, pero para opinar sobre la cuestión que dejas abierta, acerca de si es una propiedad intrínseca o no, debemos primero acordar qué entendemos por identidad. Es muy importante estar de acuerdo en el significado de los conceptos; el otro día reclamaba a un colaborador mío una lista de planos que se había comprometido a preparar, y me respondió, delante de seis personas y muy serio, sencillamente que para él, el concepto "lista de planos" no existía.

Creo que estaríamos de acuerdo en que reconocer la identidad de un objeto o una persona implica asociar este objeto o persona con una imagen mental previa, o recuerdo, que tenemos del mismo. Esta asociación (identificación) es realizada generalmente por personas distintas del objeto o persona identificado, pudiendo, en el caso de personas, realizarse sobre uno mismo (reconocemos nuestra propia identidad).

La identificación tiene lugar, de este modo, cuando quien identifica estima que hay un grado de coincidencia suficiente entre lo que percibe y la imagen mental que recuerda.

Así, parecería que la identidad es una propiedad que se otorga, en general, por terceros ajenos al objeto identificado, y por tanto, extrínseca, y que sólo es intrínseca en el caso de que una persona se identifique a sí misma. Así que estoy de acuerdo con lo que dice Ricardo, pero no del todo.

Creo que es importante distinguir en todo momento entre la entidad (cualidades intrínsecas del objeto) y la identidad (cualidad atribuida al objeto).

Para no complicar el asunto vamos a dejar de lado, por el momento, la propia identidad. Las consideraciones que realizas sobre la identidad pueden agruparse en tres tipos:

El consenso sobre la identidad de las cosas

No siempre habrá consenso entre un grupo de personas sobre la identidad de una misma persona o cosa. Si no hay consenso, puede ser porque las percepciones sean diferentes entre sí, o porque el criterio sobre el grado de coincidencia necesario entre la percepción y el recuerdo sea diverso, o porque el recuerdo es diferente de unos a otros. El grado de consenso depende de lo parecidos que sean percepciones y recuerdos y los criterios de comparación.

Dado que para comunicarnos necesitamos referirnos a personas y cosas ausentes con nombres que los representen, es obvia la conveniencia de un consenso amplio en la identidad de las cosas. De esto podemos deducir que los procesos de identificación tenderán a ser, en la mayor parte de los casos, convergentes.

Si sostenemos un criterio de identificación mucho menos exigente que el del resto, podríamos atribuir la misma identidad a entidades que para los demás son identidades diferentes, creando confusión en nuestros interlocutores. De hecho, las consecuencias pueden ser peores que la mera confusión, como ocurre cuando alguien confunde nuestro dinero con el suyo (la propiedad es para él un detalle sin importancia).

Si nuestro criterio de identificación es demasiado exigente (respecto del de los demás) negaremos la identidad que los demás atribuyen a una entidad determinada, y dificultaremos igualmente la comunicación. Una situación de este tipo puede ser incómoda para el que la provoca, como en el caso del árbitro que no identifica la caída del delantero centro local como un penalti, delante de cien mil tipos furibundos que opinan lo contrario.

Puede haber problemas asimismo con las diferentes percepciones de la misma entidad; así, si normalmente coincidimos con el consenso en la identidad de los objetos cercanos pero diferimos con frecuencia en la identidad de los lejanos, es probable que suframos de miopía. Nuestra necesidad de comunicarnos sin malentendidos nos impulsará a ponernos gafas.

Asimismo, puede haber discrepancias debidas a que los recuerdos sean diferentes. También aquí es predominante la tendencia a adoptar el mayor consenso, modificando el recuerdo con el que vamos a comparar en lo sucesivo. Esto es, ni más ni menos, lo que hacemos cuando alguien nos describe algo o a alguien que no conocemos: estamos asumiendo la identidad que otro ha atribuido previamente; o cuando aceptamos la identificación efectuada por otra persona que, según creemos, tiene recuerdos más recientes o más detallados que los nuestros de la entidad en cuestión. La excesiva autoestima puede ser en estos casos mala consejera, como le ocurrió al tipo que dijo poco antes de morir: "qué decís, cegatos, aquél no puede ser Mascatripas, soy un gran fisonomista, os digo que no; además, lo condenaron a veinte años y no hace ni un año que lo metí en la cárcel".

Así, la identidad es fruto del consenso en gran medida, y a quien disiente con frecuencia de este consenso se le tiene por loco o visionario, o si consigue que el resto adopte su propio criterio, por un líder o un genio. Es mi parecer que esto viene impuesto por la fuerte necesidad de comprender lo mejor posible lo que nos comunicamos, y que la veracidad de la identidad impuesta por el consenso, o de las cosas que nos decimos, tiene para la mayoría una importancia secundaria.

Pero el consenso sobre la identidad de un objeto debe estar sustentado en cualidades intrínsecas del objeto, que todos podamos percibir y recordar de forma parecida, pues de otra forma el consenso sería imposible. De modo que, aunque es cierto que la identidad es una propiedad externa al objeto, está relacionada estrechamente con su entidad. No es algo completamente arbitrario.

La identidad de entidades cambiantes

Juan Pérez es identificado como tal por sus conocidos sin problemas. ¿Será siempre así? Depende de los cambios que se operen en él en el intervalo entre dos identificaciones sucesivas. A Ulises, cuando volvió a Ítaca tras la guerra de Troya y el subsiguiente garbeo turístico por el Mediterráneo, sólo le reconoció su perro, pues había cambiado mucho. Sólo cuando disparó el arco que había dejado allí, y que otros habían intentado disparar en vano, fue reconocido (a ver quién le lleva la contraria a un tipo capaz de disparar un arco tan grande).

Al margen de estas disgresiones, es claro que si una persona u objeto cambia con el tiempo, se alejará del recuerdo que tenemos de él. Puede cambiar tanto, que cuando volvamos a verlo, no reconozcamos su identidad. Sin embargo, nuestro criterio de comparación suele ser bastante sutil, en especial en lo que se refiere a las personas, dado que somos capaces de reconocer a personas que no habíamos visto desde hace muchos años, a pesar de que han crecido o envejecido. Cuando volvemos a ver a una persona, actualizamos nuestro recuerdo, de forma que podamos identificarlo mejor en lo sucesivo.

Aquí se suscita una cuestión espinosa: ¿cómo elegimos las propiedades a tener en cuenta, de forma que no sean tan detalladas o numerosas, que nos impidan reconocer la identidad de una entidad cambiante, y por otro lado sean suficientes para evitar que confundamos dicha entidad con otra? Personalmente creo que es un proceso interactivo, en el que vamos concediendo mayor peso a aquellas características que varían menos con el tiempo.

Generalmente, en el caso de entidades en permanente cambio, como el río del ejemplo clásico, la identidad es reconocible porque en primer lugar, la entidad a que se refiere es la formada por las cualidades permanentes (el curso de agua, más que el agua que lo compone) y, en segundo lugar, se analizan junto a la entidad circunstancias externas pero indisolublemente ligadas a la misma (el paisaje, los accidentes geográficos en su nacimiento, recorrido y desembocadura, etc.) que facilitan su identificación.

La influencia de la identidad en la entidad. Definición de entidad

Esto se está poniendo filosófico. No me refiero con este epígrafe sólo a casos como el del impostor que a fuer de desempeñar con éxito su papel, acaba creyéndoselo. Un ejemplo diferente es el que mencionábamos al final del epígrafe anterior: tendemos a definir las entidades de modo que sea más factible reconocer sus identidades.

Los conceptos de entidad e identidad están relacionados, pues, en ambas direcciones, pudiendo resultar que redefinamos una entidad a partir del proceso de establecer su identidad. Para establecer la identidad, hemos de percibir una serie de cualidades de la entidad. Si la entidad pierde con el tiempo algunas de sus cualidades, pero conserva las suficientes para mantener su identidad, redefiniremos la entidad considerando sólo las cualidades que le quedan. Una entidad sería, de este modo, cualquier ser que contenga una sola vez el conjunto conceptual de las cualidades que ha de reunir una identidad.

Bueno, eso último casi no lo entiendo ni yo. Para terminar, creo que la extrañeza que nos causan algunos fenómenos de la mecánica cuántica y el debate sobre las interpretaciones a que han dado lugar, tiene mucho que ver con todo este lío de la entidad y la identidad.

Laura, la entidad, la identidad y la mecánica cuántica

Para reconocer a la bella Laura como tal (es una mujer hipotética), he de percibirla primero, por ejemplo, con la vista. Así, un fotón incidirá en su cuerpo, rebotará en el mismo y se dirigirá a mi ojo donde será capturado junto a otros muchos que formarán una imagen de Laura en mi retina, la cual analizará mi cerebro, tras lo que reconoceré a Laura (y, al ser tan bella, se producirán otras consecuencias que no vienen al caso). Estos fotones habrán producido cambios en las moléculas del cuerpo de Laura sobre las que han incidido, y lo que es más, también habrán provocado cambios un número muy superior de fotones que han incidido en su cuerpo pero han sido absorbidos o se han dirigido a lugares distintos de mis ojos (esto me hace sentir celos, menos mal que Laura es hipotética). Según creo recordar, en mecánica cuántica estos cambios se denominan perturbaciones ocasionadas por la medición.

Laura comprende tantos elementos microscópicos, y mi cerebro hace una síntesis tan admirable y sutil de lo que percibe de ellos, que todos esos cambios producidos por los fotones no afectan a su identidad, y por tanto, desde mi punto de vista, tampoco a su entidad. Ahora bien, si Laura fuera una partícula subatómica, tendría muchas menos cualidades (qué lamentable pérdida) y las pocas que tiene, susceptibles de ser modificadas por el fotón con el que pretendo verla. Así que, si el mero hecho de la percepción implica un cambio importante, ¿cómo he de definir la entidad de esta partícula subatómica para que pueda establecer su identidad?

Si es acertada mi definición anterior de entidad, no tiene mucho sentido definir una entidad para una partícula cuántica antes de una medición o entre mediciones sucesivas, dado que el conjunto de cualidades que es preciso analizar para determinar su identidad (el estado cuántico), es en realidad todo lo que se puede decir de esa partícula. Así, la entidad partícula no puede ser mayor que la identidad de la partícula, y si ésta se establece en la medición, se establece también aquélla. Así que no tiene sentido preguntarse sobre si la partícula es real entre mediciones, dado que sólo adquiere entidad en tanto se establece su identidad.


 

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